12 oct 2016

La verdadera gratitud siempre llegará tarde


Tenía una ciudad moribunda a mis pies sin saber cómo regarla, pero cuatro pisadas eran la armonía que necesitaba para volver a verla florecer.

Tenía una manta con hipotermia deshilachada que abrigaste y tejiste hasta no poder remendar la última hebra que le quedaba con vida.

Tenía secretos previos con los que vi la verdadera necesidad de tenerlos para conseguir secretos en común con la persona indicada.

Tenía una infinidad de folios vacíos que me hiciste ir rellenando con tinta china para algún día poder volver a escribir de mil maneras diferentes.

Tenía una banda sonora perfecta preparada para que vinieras a modular el volumen necesario que precisaba para escucharla en alta fidelidad.

Tenía pájaros enjaulados con los que jugaste y creciste para ahora cantarle al futuro las canciones de las que se fueron alimentando.

Tenía una balsa estancada a la que le aumentaste el nivel haciéndome ver dónde debería estar la base de todo el agua que necesitaré.

Tenía unas gracias que darte y me condené a no acabar una gran etapa, sin embargo me hiciste ver la grandeza que tú no sabes que también ves.